21 de mayo de 2012

Un grito desesperando.

De nuevo en mi rincón...

Estoy escribiendo desde el ordenamos menos adecuado, me encuentro en la oficina, donde ves cara todos los días, y sigues sin saber quienes son. Bien dicen, cada cabeza un mundo.

No sé porque solo cuando estoy al borde de la locura las palabras para escribir me fluyen como cascada, he escuchado que hacen referencia, que sí quieres escribir debes de tener una decepción amorosa, o cualquier decepción.

Estamos en plenas campañas electorales, hay de todo lo que se requiere para montar un circo, faltan las buenas propuestas, siendo honesta conmigo, jamas pensé que me adentraría tanto en la política cómo hoy lo hago, se siente una impotencia, al saber que las manos del país están o podrían estar en la peores manos. Mi impresión de mi país es esta, recuerdan la película de Hormiguitas, las cuales debían de trabajar para ellas y para los de arriba, que si no le iba muy mal, hasta que armados de valor gracias a que les hicieron ver que eran pequeñas, pero unidas eran mucho más grandes que las langostas, así que con una buena estrategia y valor vencieron a los de arriba.

Creo que esto se vive en estos tiempos, los medios de comunicación hacen de todo menos informar, tergiversan los hechos, son ellos quienes pueden entrar a los hogares y dar una información congruente, así los ciudadanos podrían tomar una decisión sin que se los impongan, es mi grito de todos los días, estoy cansada de ver como abusan de los ignorates, no por su gusto, sino que no tienen tiempo de acceder a los medios del Internet, quizás porque no saben o no tienen ese recurso, basta! El país se va a la mierda, y solo los grandes empresarios sacaran lucro de la lucha de los mexicanos, que para mi ver, México es un país hermoso, rico en gente, minerales, fauna, tiene de todo, excepto una mente brillante, que pueda guiar al porvenir. Tengo 26 años, soy estudiante y empleada, madre de un niño hermoso, al cual mi única preocupación es saber que país le va tocar.
He sido víctima de la delicuencia, del acoso sexual, de la burocracia, de gente prepotente, sin embargo, amo a mi país, somos mas lo que queremos el bien.
Estoy dispuesta a luchar por el, como lo hicieron mis antepasados, porque vale la pena. Me invade un coraje, que más que nada es una impotencia al no poder hacer mucho, pero mi voz nadie me la callará, espero que esta vez la gente vea no sólo por su bien en común, sino por un país libre, donde la libertad de expresión sea un derecho humano.