27 de agosto de 2011

Llegando al corazón de la Alcachofa.

Tengo una memoria muy arraigada, recuerdo una tarde de verano, yo en plena infancia, en esos días donde nada importa, llevando una vida con rutina, y ni sabia lo que era rutina, solo era asistir a clases, comer a mis horas, cumplir con mis deberes, ser educada, y divertirme, era tan sencillo.

Recuerdo muy bien estar en el árbol mas grande del patio, donde nos las habíamos ingeniado para hacer un columpio, solo basto una enorme llanta y una piola resistente, y listo, tomábamos nuestro turno para vencer a la gravedad.

Era una tarde de verano, muchas de mis compañeras ya se habían ido de vacaciones a sus hogares, mientras yo esperaba, pasaba bastante tiempo balanceándome en ese columpio, e imaginaba que podía volar, desde pequeña tuve una gran imaginación, no se si me quede dormida sobre el árbol, pero tuve la impresión de que volaba, y desperté sobre el césped, sin ningún rasguño, y jure que había volado, quizás me caí, quizás anhelaba tanto algo que mi mente me hizo creerlo, pero yo lo disfrute.

-Tan caprichosa como el viento- Era como se me decía de pequeña, el viento… goza de una gran libertad, puede ir a donde quiera, como quiera, a la velocidad que quiera.

Si fuera algún elemento natural quisiera ser el aire, y dejarme llevar, con una lenta melodía de Cat Power.